lunes, 31 de mayo de 2010

ANDANZAS DE DON ALBERTO DE ZELA Y NEYRA

Hasta que Rómulo Cúneo publicó, en 1921, su “Las Insurrecciones de Tacna por la Independencia del Perú”, ninguna de las obras escritas sobre Zela y su rebelión; como las de Andrés García Camba, Belisario Gómez, Manuel de Mendiburu, Benjamín Vicuña Mackenna o Aníbal Gálvez; habían tratado el tema del origen y los antepasados de don Alberto de Zela y Neyra, padre del prócer. Fue Cúneo, con su prolijidad de investigador y las grandes posibilidades que tuvo para viajar y revisar los archivos de América y España; el primero que indagó sobre su cuna y raíces familiares.

Refiere Cúneo que, aunque en la región de Galicia existen más de veinte pueblos denominados “de Cela” y, más precisamente, en Lugo, de donde proceden los Zela de Tacna, uno, de 300 vecinos, llamado de San Juan de Cela; en ninguno de ellos nació Alberto de Zela y Neyra. Éste nació en Savarey, un anexo de la parroquia de Lapio, jurisdicción de Aday, en el departamento de Lugo, de Galicia; el 27 de abril de 1734. Fue hijo legítimo de Domingo Cela y Rosa Neyra y nieto, por la parte paterna, de Juan Cela e Isabel López, y por el lado materno, de Bernardo Neyra e Isabel Gómez.

Contrariamente al hecho que ni los cuatro abuelos ni los padres de Alberto recibiesen tratamiento de “don”, reservado, en la Península, a varones de alcurnia o rango social, Seiner aporta la información referida a que el linaje de los Zela o Cela venía de antiguo, con escudo, seguramente, de los hidalgos de esa familia, que describe el heraldista Atieza. Los Zela del Perú tampoco comenzaron con este gallego nacido en Santa María Magdalena de Savarey, en 1734. Ya, hacia 1627 figura un don Juan Lorenzo de Zela, vecino de Lima y tronco de otros Zela, no emparentados con el prócer, que figuraron en los siglos XVII y XVIII. En Pachía, el 24 de enero de 1770, una Paula Zela Oyola, nacida en La Paz, hija legítima de Francisco Zela, casó con un Juan Castillo Quiñónez.

Gálvez; refuta una información de Juan Salaverry, seguramente, tomada de la tradición familiar, que registraba que don Alberto, “antes de venir al Perú ocupó (un) puesto importante en la casa de la Moneda de Madrid, y que fue por eso, quizás a manera de ascenso, que se le envió al destino de ensayador de la callana del rico mineral de Caylloma”; porque, aunque pudo haber aprendido el complicado oficio. La afirmación de Salaverry es improbable, primero, porque ese oficio era vendible sólo por el Virrey del Perú y, segundo, por que don Alberto se estableció en Lima, donde formó una familia numerosa, muchos años antes de ir a Caylloma. Finalmente, y sin menospreciar al mencionado mineral en las serranías de Arequipa, el hecho de haber ofrecido desde Madrid, un traslado a ese difícil lugar, no parece corresponder a un “ascenso”.

Se desconoce el origen de la afirmación de Cúneo, respecto a que don Alberto llegó al Perú en 1759, un año antes de contraer matrimonio, que según Seiner, fue en 1760 y que Gálvez calcula entre 1760 y 1766, fechas de su llegada al Perú y del nacimiento de su primogénito, respectivamente. Mientras Gálvez opina que el desposorio ocurrió en Lima, mientras Cúneo y Seiner coinciden que el enlace fue en el Callao. Cúneo buscó inútilmente el expediente matrimonial en el Archivo Arzobispal de Lima, suponiendo se hubiese celebrado en la iglesia de los jesuitas de Bellavista, la cual hizo las veces de parroquia del Callao desde el terremoto de 1746, hasta 1765.

La dama escogida para compañera de su vida fue doña María Mercedes Arizaga y Hurtado de Mendoza que, según Cúneo era una “señora de ilustre cuna, y vinculada por el parentesco de sangre con nobles y antiguas familias del Callao”. El tiempo que vivió en Lima trabajó en la agrícultura, primero, como administrador de la hacienda Calera, propiedad de los Jesuitas, hasta 1767, año de su expulsión, entonces Zela y Neyra, pasó a la hacienda Limatambo, donde trabajó entre 1767 y 1769.

LA REMOTA Y FUNDAMENTAL HEROICIDAD DE TACNA

Debemos al recordado historiador Juan José Vega Bello la lapidaria expresión “Tacna fue heroica también con Manco Inca”. En su historia de la conquista, desde la perspectiva de los derrotados, titulada “La Guerra de los Wiracochas” destaca, como un hito fundamental de la rebeldía, el espíritu libertario, la identidad con lo propio y la heroicidad, virtudes propias del pueblo de Tacna a través de su historia. La auroral rebelión de los habitantes primitivos del litoral de Tacna en seguimiento del levantamiento de Manco Inca, primero, atacando al “Santiaguillo” un navío que llevaba vituallas, armas, cabalgaduras y refuerzos a las destartaladas fuerzas que tenía Almagro en Chile, posteriormente, bloqueando y “dando guerra a la gente de mar” del “San Pedro”, otro barquichuelo que llevaba el mismo destino y que había recalado en Sama para abastecerse.

No exageran quienes defienden el mestizaje del poblador de Tacna desde el momento mismo de la conquista hasta el presente. El hecho de iniciar su proceso urbanístico, no como una ciudad, ni como una villa, al estilo español, que separaba a los europeos de los indios; sino como una “reducción de indígenas”, lo explica en parte. La Reducción de San Pedro de Tacna, fue incorporando, sangre europea de arrieros y funcionarios y sangre africana de negros libertos. Amalgama que ofreció a la todavía naciente idea de Patria remotos precursores como, Ali, Juan Buitrón, Ignacio de Castro, Isidoro Herrera, Juan José Segovia; incluso el prócer Juan Vélez de Córdova que, aunque moqueguano de cuna, vivió su juventud entre Tacna y Sama, donde casó con tacneña y donde tuvo su “fiat lux”, su despertar justiciero, al presenciar y reaccionar frente a la crueldad y la injusticia ejercida por la autoridad colonial, en Estique que luchaba por el derecho a su agua de regadío.

Punto culminante de ese historial de heroismo y rebeldía son los movimientos de Zela, en 1811, y Paillardelli, en 1813; trascendentales por que fueron sabrosa primicia de libertad, gritos inermes ahogados en sangre, estallido popular que unía a todas las razas y rangos sociales. Testimonios no menos valiosos son el sacrificio de José Gómez Valderrama; la declaración lapidaria de Landa y Vizcarra y el apoyo multitudinario brindado a Miller en su paso por Tacna, acto que contribuyó a la victoria de Mirave. Tanta valentía y sacrificio le dio a ese pueblo, todavía pequeño, el timbre insigne de “Heroica Ciudad”. Estos fastos serían soporte de otros grandes desafíos como la ocupación de estos territorios por Bolivia entre 1841 y 1842, de la que se liberó por obra de sus valerosos hijos; su liderazgo en todas las campañas por la justicia y la legalidad en el siglo XIX; su sacrificio en los episodios de la guerra con Chile, especialmente en los holocaustos del Campo de la Alianza y Arica; así como la indoblegable resistencia de Albarracín en territorio ocupado. También lo fue durante el medio siglo de ocupación chilena, especialmente en los años de la chilenización violenta entre 1901 y 1914 y durante el martirologio de la campaña pre-plebiscitaria. En toda esa trayectoria dos son los momentos trascendentales: la guerra con Chile y el medio siglo de martirologio, de una parte, y los movimientos emancipatorios de Zela y Paillardelli, de otra.