Cuando ocurrió el fatal accidente en la casa del Cacique y en el momento del desenlace, el hijo que había venido para acompañar a Alberto de Zela no estaba en Tacna. Francisco Antonio, de veinticuatro años de edad, se encontraba en esos momentos de paso por Arequipa, con rumbo a Tacna, en el viaje que lo traía por tierra desde Lima, donde estaba concluyendo los trámites que lo convertirían en un ensayador o, tal vez, había viajado para asumir su defensa en el litis que tenía desde marzo de ese año con Gil de Herrera, tratado en capítulo anterior.
Fue en Arequipa donde, el 21 de Setiembre-recuerda Zela- recibió “la noticia de esta catástrofe”. Con la palabra catástrofe Zela debió referirse al fatal accidente. Imposible que fuese la noticia de la muerte, que ocurrió el 20 de setiembre, porque el correo veloz de Tacna a Arequipa demoraba, con cambio de cabalgadura, de tres a cuatro días. La preparación del viaje de Francisco Antonio debió demorar más de lo acostumbrado, porque, pudiendo haber salido de Arequipa el 22 de setiembre y llegado a Tacna, a más tardar el 29 del mismo mes, arrivó después de quince días. El mismo Zela manifestó, en su oportunidad, que, “habiendo continuado mi viaje a este relacionado pueblo llegué el día 8 de octubre (...) y todavía encontré que no se habían hecho los inventarios de los bienes por no haberse dado parte a ningún juzgado desde el fallecimiento de mi expresado padre”.
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